Del cristal herido vino a mi memoria un flash. Posose en mi mente obligándome a dar la merecida vuelta de quien ha tenido una noche de parloteo profundo amenizado por humor del reino indestructiblemente efímero, y unas cuantas Taras que además eran Hermanas y vivían en Confianza. De esta manera, abrí una ventana a mi vida más cercana (y por ende más tranquila), revisé en que momento del día me encontraba para no confundir un “buenos días” con una muchacha simpática de más de quince lustros que tranquila me miraba absorta ante mi lagañosa, espelucada y quebrantada apariencia. Pensé entonces que había olvidado algo, como bien era costumbre y que el cojo de la comarca - arrepentido de sus pecados e intentando redimirse mediante el laburo honrado - la noche anterior me había querido decir.
Fue allí cuando se juntaron el plan, la plica, la vidente, el derrocado presidente que leía su periódico en la Plaza Bolívar sin temor alguno, el aire, el agua… Tantas cosas…Decidí salir, pero pues, la inquietud de mi mente le dió pié a la resolución de un cuestionamiento meserofláutico de importancia dudosa y de repercusiones casi inexistentes en mi desarrollo correcto en lo referente al análisis obsesivo de la sociedad, amén del papelón con limón que se estaba preparando.
Fue allí cuando se juntaron el plan, la plica, la vidente, el derrocado presidente que leía su periódico en la Plaza Bolívar sin temor alguno, el aire, el agua… Tantas cosas…Decidí salir, pero pues, la inquietud de mi mente le dió pié a la resolución de un cuestionamiento meserofláutico de importancia dudosa y de repercusiones casi inexistentes en mi desarrollo correcto en lo referente al análisis obsesivo de la sociedad, amén del papelón con limón que se estaba preparando.
Ante rojo sombrero, mirada profunda y sabia, locura desmedida pero muy inteligente y demasiada gentileza se toparon mis ya limpios y pestañadamente eunucos ojos… decidí mandar una carta, que bien fue recibida… Había conocido a una persona… Que pues, aún espero conocer mejor, si así lo permite este gran teatro llamado, “quien encuentre aceite se gana un premio”…
Posterior a la amena charla acerca de cuantas cosas se pueden hacer con una lente, magnesio, una tirita que rodea la muñeca para evitar terribles y fatales suicidios y talento, decidí montar mi corcel, y disponerme a buscar el por qué de la epifanía que había tenido… Entrado al monte, me topé con los esposos de tu tía, quienes habían reducido el camino a uno para tener control total de lo que sucede, y poder sacar lo suficiente para su acostumbrada dosis de cafeína… Afortunadamente un loro de gran tamaño atravesó los cielos, y pues, absortos tus tíos políticos distrajeron su mirada acuciosa de mi corcel y de la esquiva, ya limpia y un poco quebrantada (sí, ya para este momento estaba quebrantada) mirada mía… Triunfante, me hallé del otro lado…
Pronto se desataría el vendaval; otra epifanía: agua, cola, calor… Caos… Y aún el cristal seguía herido… Me devolví a mi gran mocasín, en el que vivo junto a Winken, Blinken y Dot… Sí, Winken, Blinken y Dot, vivían en un zapato… Winken y Blinken eran dos manitas, y Dot, era un piecito…
Me entretuve entre conversas del Laureado Doctor Judío que sabe qué escribir y cómo, siendo el mejor psicólogo del mundo, y recuerdos del Sur del Sur...Hasta que, llegué a este barco… En el cual me monté… Y que zarpa con regreso asegurado a la tierra de la estación de metro que nunca tiene luz, pero que tiene wireless, te lo pedimos señor… Un saludo a mis amigos de allá abajo, a los de arriba y a los de mi lado izquierdo… A los de mi derecha los tengo medio en estudio por aquello de que no permitieron que temperara en paz… Pero me regalaron un Bengay, una tobillera, y un caminar cautivador…